Lo que viene a continuación es la copia fiel de lo publicado por Julian Gallo en su BLOG una de mis principales fuentes de "inspiración" con quien comparto la pasión por lo nuevo, lo raro y lo llamativo.
La Cámara Argentina de Productores de Fonogramas y Videogramas -CAPIF- decidió demandar a 20 personas acusándolas de ser grandes "uploaders" de música (textual en las notificaciones de prensa de CAPIF). Al mismo tiempo, una serie de "artistas" alineados con CAPIF hicieron declaraciones públicas y defendieron la razonabilidad de la medida. Entre los argumentos repetidos una y otra vez, se sostiene que el llamado "Intercambio de archivos de música sin la autorización de quienes participaron en su creación" podría acabar con la actividad artística.
"El arte sucede" dijo James Whistler (wiki) para cerrar una discusión sobre el origen del arte: "art happens". El arte no necesita ni de productores, ni de cámaras que agrupen artistas, ni de leyes. El arte sucede.
Podemos entender que organizaciones comerciales defiendan sus derechos y que utilicen todas las herramientas legales para defenderlos. Es más, apoyemos que lo hagan con vigor, siempre aparece algo verdadero en la agonía ("luchar contra la muerte") Pero resulta bastante infame escuchar a artistas comprometidos -comprometidos con sus dinero- opinar: "En muy corto tiempo -el intercambio de archivos- destruirá nuestras posibilidades de hacer y disfrutar de la música" dice Leon Gieco , o "Tenemos que ser concientes de que la piratería daña directamente las posibilidades del desarrollo creativo", argumenta Diego Torres.
Es muy curioso escuchar esas frases de artistas menores, cuando la historia de la música está iluminada por verdaderos artistas que nunca percibieron ni un centavo por sus derechos de autor.
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