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lunes, enero 2
Recibí un mail de Luciana, una persona que aprecio mucho y tiene una forma de pensar que respeto mucho. Comparto todo lo que dice y la manera en la cual lo expresa. Vale la pena pegarle una miradita ...
Resulta lógico que, al ser jóvenes, intentemos a diario buscar un lugar en el mundo, tratar de ser alguien, no pasar desapercibidos, y, de esta manera, invertir gran cantidad de nuestro tiempo en llegar a ser mejores profesionales, o en obtener determinados puestos o títulos.Pensaba esta tarde que, en este afán desmedido de conseguir metas, uno (me incluyo), a veces pierde de vista "otros mundos" que conquistar, que nada tienen que ver con las cosas materiales, ni con las profesionales, ni con las medallas, ni con los títulos.
Creo que es muy positiva la actitud de una persona que no se queda estancada, y que, intenta escalar constantemente, pero, el tiempo me ha demostrado que, si en la vida o en el mundo exite algo que una persona nunca debiera dejar de conquistar, es su propia alma.
Demás está decir que, siempre va a haber una medalla más para ganar, un título más que obtener, un mejor trabajo que buscar. Pero si esperamos alcanzar la próxima meta para ser felices, entonces siempre estaremos bastante cerca, pero a la vez bastante lejos de serlo.
Por eso, si bien no debemos dejar de conquistar "el afuera", nunca perdamos de vista la "conquista interior", porque una vez que la hayamos logrado, ella sola va a teñir y dar color a todo lo exterior, y de esta manera, tanto el logro como el fracaso externos van a ser distintos.
La felicidad que nos puede significar una conquista interna, es un millon de veces más intensa que la que nos queda por un logro externo, que puede significar mucho en un momento, pero que a la vez es más fácil de olvidar.
"Esa intensidad es la que diferencia unas personas de otras".
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